En el fútbol podremos hablar de todo lo que queramos y más.
Podemos hablar de calidad técnica, de sistemas, de trato del balón, de
contención, de atacar o defender, de ir bien por arriba o por abajo, pero una
cosa está bien claro, que si no le pones intensidad el juego, no tienes donde
rascar. Y anoche nuestro Sevilla FC le puso de éste ingrediente que tanta falta
nos ha hecho. Hablábamos antes del partido que el conjunto entrenado por Abel
Resino no iba ser otro Racing, y así fue. Se vieron dos equipos valientes, dos
equipos que sabían lo que querían, y por supuesto vimos a un SFC que dio lo que
se le pide, demostrar ser mejor que el rival en la práctica, cuando en la teoría
ya lo eres. Hubo ocasiones de gol para ambos, pero no sólo la efectividad cayó
de nuestro lado, sino que también llegamos muchas más veces a puerta, corto se
quedó el resultado, bien pudo ser en lugar de un 0-3 a un 2-6, fácilmente.
Salvó algún despiste defensivo, así como malas entregas de balón que permite la
pérdida del mismo y el contragolpe del rival, nuestro equipo rayó la
perfección.
Partido ha partido. Como se cada semana jugásemos una final.
Poniéndole todo lo que hay que ponerle sobre el terreno de juego, la calidad siempre
termina por aparecer. Creer en nosotros mismos, siendo conscientes de que todavía
no se ha hecho nada. Lo veo en cada jornada, observo muchos partidos, y no me
cabe la menor duda, de que tenemos más equipos que la mayoría de los que forman
la totalidad del campeonato. La cosa es cuestión de bemoles. Dimos la cara
jugando dos partidos consecutivos lejos de Nervión, ahora toca en nuestra
propia casa, ante el Real Mallorca, la actitud tiene que ser la misma. Somos
mejores y tenemos que demostrarlo.
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